Medios Y Conductos De Sanidad:
Parte II
A. SANIDAD EVANGELÍSTICA
Este es un
ministerio de sanidad que Jesús dijo que seguiría a la predicación del
Evangelio. Es una de las cinco evidencias que siempre acompañarán la
proclamación del verdadero Evangelio (Mr 16:17, 18). Se requieren varias cosas
a fin de ver la manifestación de esta clase de sanidad.
1. Predicad El Evangelio
El
mandamiento que precedió a la promesa fue: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio
a toda criatura” (Mr 16:15). Este es un
ministerio evangelístico: ir a nuevos territorios a proclamar las buenas nuevas
de salvación a los inconversos. Pablo obedeció este mandato. Él procuró
predicar el Evangelio en los lugares donde Cristo aún no había sido dado a conocer
más bien que edificar sobre un fundamento colocado por otra persona. Por
consiguiente, su ministerio fue confirmado por el Señor: “Con potencia de señales y
prodigios, en el poder del Espíritu de Dios…” (Ro 15:18-20). El
resultado fue que los gentiles obedecieron al Evangelio en la “palabra y en
las obras” (Ro 15:18).
2. Proclamar Sanidad Física
La
proclamación del Evangelio en el Nuevo Testamento incluyó el énfasis sobre la
sanidad física al igual que la esperanza de la salvación eterna.
Jesús dedicó
una gran parte de Su ministerio a la sanidad y liberación de los enfermos y
afligidos. Multitudes acudían a Él, y la Biblia nos dice que en muchas
ocasiones: “...sanó a todos los enfermos” (Mt 8:16). De igual manera,
multitudes de enfermos acudían a los apóstoles. Al menos en una ocasión, la
sombra de Pedro cayó sobre los enfermos mientras pasaba entre ellos y muchos
fueron sanados y liberados de sus opresiones (Hch 5:15, 16).
Los apóstoles
obraban muchos milagros, señales y maravillas (Hch 5:12). Como resultado de
tales señales, grandes multitudes fueron añadidas a la Iglesia (Hch 5:14).
3. Imposición De Manos En Los Enfermos
Otro aspecto
específico de la sanidad divina fue la imposición de manos (Mr 16:18).
Considere algunos aspectos de la importancia de este acto.
En el
escenario cultural de la gente, la imposición de manos era utilizada
frecuentemente para conferir algo a una persona, ya fuera una bendición, honor
o privilegio, etc. Así que, las personas sobre quienes se imponían las manos,
tradicionalmente esperaban recibir algo.
Note lo que
Jesús dijo acerca de este asunto: “Y estas señales seguirán a los que creen…
sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.
Las manos del
creyente deben ser extendidas, tocando al enfermo. Jesús declaró: “y
sanarán” (v 18).
Al extender
nuestras manos hacia los que sufren, nos estamos identificando con ellos, lo
cual, hacemos “en el nombre de Jesús” (Hch 3:6).
Cuando
hacemos esto por fe, venimos a ser una extensión de las manos del Señor. Dios
no posee otras manos excepto las nuestras para tocar a un mundo necesitado.
La
predicación del Evangelio y la imposición de manos sobre los enfermos es un
mandato de Cristo. Tenemos que obedecerle y hacerlo con fe.
Cuando usted
toque a los afligidos, clame por la promesa de Dios en ese momento. Jesús dijo:
“sobre los
enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Mr 16:18).
La recuperación
del enfermo no tiene que ser inmediata o instantánea. La sanidad puede
ocurrir paulatinamente. Este proceso comienza en el momento del contacto pero
puede ser que pase algún tiempo antes de que se verifique totalmente. No pierda
la fe; no comience a dudar. Mantenga una actitud de fe positiva en la Palabra
de Dios. Esta es la verdad; no puede fallar.
Este
ministerio de sanidad debe acompañar a todo evangelista. Es la promesa
implícita en esta comisión. Debe acompañar además a cada creyente: “Y estas
señales seguirán a los que creen”.
B. SANIDAD EN LA IGLESIA
Mientras que
la sanidad evangelística es un ministerio principalmente para los inconversos a
fin de convencerles de la verdad y realidad del Evangelio, la sanidad en la
iglesia es un ministerio dentro de la
Iglesia.
La escritura
que forma la base para nuestra consideración de este canal de sanidad se
encuentra en Santiago 5:14-16. Las
instrucciones en este pasaje son dirigidas específicamente a los cristianos. “¿Está
alguno enfermo entre vosotros?”, es una declaración que indica claramente
que Santiago se estaba dirigiendo a los que estaban dentro de la iglesia local.
Las instrucciones que siguen son diferentes a las encontradas en Marcos
16:15-20.
1. Llame A Los Ancianos
El enfermo
debe llamar a los ancianos de la iglesia. La iniciativa debe ser tomada por el
que está afligido, solicitando la visita de los ancianos para que oren por él.
2. Confesar Pecado
El tal deberá
confesar sus faltas. Si ha cometido algún pecado, deberá confesarlo igualmente.
Hemos
considerado ya el hecho de que muchas enfermedades comienzan en el interior.
Puede ser que también haya algún pecado envuelto.
Quizás haya también actitudes erróneas. A menudo
hay patrones dolorosos de pensamientos y emociones perjudiciales. Éstas, son
aflicciones espirituales que dan paso a otros padecimientos físicos. Debe haber
un reconocimiento y confesión de tales pecados.
La confesión
trae estos agentes destructores a la luz. Nunca podrá haber una sanidad total
de estos problemas internos hasta que no hayan sido confesados en sincero
arrepentimiento.
Muchas
personas encuentran difícil reconocer que tengan faltas. Es por esa razón que
nunca pueden recibir sanidad divina. Tenemos que estar dispuestos a dejar que
Dios escudriñe nuestros corazones y permitirle que extirpe cualquier actitud o
pensamiento que le desagrade.
Sea honesto y
sincero con Dios. Él es un Padre amoroso que sólo desea nuestro bienestar y
sanidad; no es un monstruo horrible que desee castigarnos. No tiene la
intención de descubrir estas áreas problemáticas con el propósito de
avergonzarnos. Sólo desea libertar su corazón y mente de esos agentes nocivos
que le envenenan y destruyen.
Si Dios le
muestra algún pecado o resentimiento que no esté en armonía con Su voluntad,
confiéselo a los ancianos (líderes). Es mejor que esto se haga en privado más
bien que en una reunión pública. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros…”
(Stg 5:16). No obstante, hay ocasiones en las cuales se requiere que ciertas
confesiones se hagan ante todo el cuerpo. Por lo general, esto se hace cuando
se haya pecado contra todo el cuerpo. De otra manera, la confesión debe ser
recibida por los ancianos privadamente, quienes se reservarán los detalles.
Aunque la
confesión es hecha en presencia de los ancianos, estamos en realidad haciéndola
ante Dios. Tal vez hayamos ofendido a un hermano, pero en realidad es a Dios a
quien hemos ofendido. Por consiguiente, debemos buscar Su perdón
encarecidamente.
Es necesario
también hacer restitución a la persona contra quien hemos pecado u ofendido.
Debemos hacerlo en un espíritu de humildad, a fin de obtener su perdón.
Bajo el
Antiguo Pacto, Dios requería una ofrenda de expiación cuando se ofendía a algún
hermano (Lv 6:1-7). Uno de los requisitos de la ofrenda requería que se hiciera
total restitución y, además, un 20% (Lv 6:5).
El principio
expuesto aquí es que debemos hacer una restitución generosa a la persona que
hemos ofendido. Debemos tratar de compensar por el daño o perjuicio que le
hayamos causado con nuestras acciones.
3. Ungiendo Con Aceite
Stg 5:14. El aceite es símbolo del
Espíritu Santo. Cuando ungimos a alguien con aceite, estamos llamando
simbólicamente al Espíritu de Dios para que manifieste Su presencia y poder en
la situación envuelta. Estamos rogándole que descienda sobre esa persona por la
que estamos orando.
Los
discípulos evidentemente usaron este método con frecuencia Mr 6:13.
El aceite
simboliza también luz. El candelabro del Lugar Santísimo era una lámpara de
aceite. Este era el que producía la luz en tal lugar.
Así que,
cuando ungimos a una persona con aceite, estamos declarando lo siguiente:
“Padre, reconocemos que estamos ejecutando este acto a la luz de tu presencia.
Entendemos que nada está oculto de tus ojos.
Tú conoces
todas las cosas. Es por tal razón que te pedimos que nos ayudes a ser
totalmente honestos en esta situación, porque nada que sea deshonesto podrá
escapar de tu atención.
Si esta persona enferma que te busca en estos
momentos tiene alguna falta, de la cual está completamente ignorante, permite
que la luz de tu presencia la revele, a fin de que podamos bregar con ella.”
El aceite es
además símbolo de sanidad. Éste tiene propiedades terapéuticas (que sanan).
Probablemente fue el ingrediente medicinal más antiguo conocido del hombre.
Tiene un efecto calmante y sanador.
El hombre que
fue rescatado por el buen samaritano tuvo aceite y vino derramado sobre sus
heridas (Lc 10:33, 34). El vino limpió las heridas y el aceite las sanó.
Cuando
ungimos con aceite, no lo aplicamos como una medicina, sino más bien como
símbolo de sanidad con la fe de que el Espíritu Santo imparta Su virtud
sanadora sobre el enfermo.
4. Orar La Oración De Fe
Después de
ungir con aceite, los ancianos deberán orar la oración de fe. Santiago
dice al respecto: “Y
la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará” (Stg
5:15).
a. La Oración De Fe Se Basa Exclusivamente Sobre
Lo Que Declara La Palabra De Dios. El
fundamento sobre el cual la oración de fe se erige, es la integridad de
la Palabra de Dios. Ésta no depende de ninguna otra fuente de confirmación o
ánimo. Cree que la Palabra de Dios es el único recurso de su verdad máxima. “…antes
bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso…” (Ro 3:4).
La fe bíblica
tiene su origen en la santa Palabra de Dios. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios” (Ro 10:17). Si alguna vez
deseamos orar la oración de fe deberemos familiarizarnos totalmente con la
Palabra de Dios en lo que concierne a Su voluntad respecto a la sanidad.
Es vital CONOCER,
a través de ella, que Su voluntad ES sanar. Es vital que haya un
fundamento sólido y profundo de fe en nuestro interior, edificado
exclusivamente sobre la Palabra de Dios.
b.
La Oración De Fe Conoce La Voluntad De
Dios. Una vez un leproso le dijo a Jesús: “Señor, si quieres puedes
limpiarme” (Mt 8:1-4). Este leproso no tenía poder para sanar su condición.
Su duda radicaba en si era o no Su voluntad hacerlo.
Jesús resolvió tal problema inmediatamente con la
siguiente declaración: “Quiero, sé limpio. Y al instante su lepra
desapareció”.
Debemos
tener firmemente establecido en nuestro corazón que es la voluntad de Dios
sanarnos. Si alguna inseguridad o duda en nuestro interior nos lleva a terminar
nuestra oración con un: “Si es Tu voluntad”, entonces, NO habremos orado la
oración de fe.
Además de
saber a través de la Palabra que es la voluntad de Dios sanar a los enfermos,
debemos buscarle con fervor a fin de conocer Su voluntad específicamente para
la persona por la cual estamos orando.
En otras palabras, aunque Dios siempre tiene el
deseo de sanar, algunas veces Su sanidad se retrasa por algunas razones, y
necesitamos asegurarnos que es Su voluntad sanar a tal persona al instante.
Algunas veces
cuando procuramos este conocimiento específico, Dios revela el impedimento que
obstruye la manifestación de Su poder sanador.
Entonces,
podemos rectificar tal problema y aclarar el camino para que la sanidad tome
lugar.
Santiago
continúa aclarando que la persona que duda no recibirá nada de parte del Señor
(Stg 1:6, 7).
Por
consiguiente, es la oración de fe totalmente confiada, la que Dios contestará
para sanar al enfermo. No hay lugar para la duda, inseguridad o vacilación.
Esta oración es de una confianza suprema y comprometida.
c.
La Oración De Fe Tiene Un Objetivo
Definido. Jesús frecuentemente preguntaba: “¿Qué quieres que te haga?” En
la terminología moderna es como si Él preguntara: “¿QUÉ deseas
específicamente? ¿Cuál es la naturaleza específica de tu petición?
Los creyentes
son a menudo tan poco específicos en sus oraciones, que no saben cuándo Dios
las contesta.
Si oramos
vagamente, no recibiremos nada. Es esencial que definamos específicamente lo
que queremos que haga, haciéndole saber la petición en oración con acción de
gracias. El ciego, a quien Jesús le dirigió tal pregunta, replicó
inmediatamente: “Maestro, que recobre la vista” (Mr 10:51). Declaró su
deseo definida, específica y concisamente. Él contestó su petición al momento,
y el ciego recibió la vista.
d.
La Oración De Fe Pide Y Recibe.
Muchos creyentes sinceros han fracasado al no entender que la oración de fe es
tanto pedir como recibir. Pedir y continuar pidiendo indefinidamente a veces
puede ser una indicación de nuestra incredulidad.
Jesús
dijo: “Pedid y se os dará” (Mt 7:7). Así que, cuando le pedimos es vital
que recibamos la petición de Su mano con la debida acción de gracias (Fil 4:6).
e.
La Oración De Fe Tiene Un Motivo
Correcto. Santiago explicó dos razones principales del porqué a veces no
recibimos las respuestas a nuestras peticiones (Stg 4:2, 3).
La primera,
es que muchas veces no oramos. La segunda, es que oramos pero con
el motivo erróneo. Santiago dice: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal”
(por razones egoístas). Es por eso que debemos asegurarnos que nuestros motivos
sean puros. ¿Acaso queremos esta petición por la razón justa? La razón justa es
que Dios debe ser glorificado y exaltado. Cualquier cosa inferior a esto, es
frecuentemente de motivación cuestionable.
Muchos desean
cosas por razones extremadamente egoístas. Dios, por lo general, no responde a
las oraciones egocéntricas. Es conveniente que examinemos nuestros motivos,
primero, a fin de ver si son dignos.
El ministro a
quien Dios desee usar para impartir sanidad divina, debe asegurarse de que sus
motivos sean dignos. Algunos oran por los enfermos por motivos vanos y
superficiales. Demasiados ministros comienzan a pensar que el poder viene de
ellos. Muchos están hinchados de orgullo porque Dios los usa. Pero al
ensalzarse a sí mismos se descalifican y pierden la efectividad en su
ministerio, ya que, alimentan actitudes carnales.
Hay otros que
procuran usar el don de Dios para el lucro personal. Al hacer tal cosa,
pervierten tal don. El principio es: ”...de gracia recibisteis, dad de
gracia” (Mt 10:8).
f.
La Oración De Fe Tiene Una Confesión
Intrépida. Una confesión positiva es esencial para el funcionamiento normal
de la fe. “Creí por lo cual hablé” (2 Co 4:13). “Que si confesares con tu boca
que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los
muertos, serás salvo” (Ro 10:9). “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de
nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (He 10:23). Jesús
explicó la relación existente entre nuestra confesión y recibir lo que pedimos
a Dios. “Porque
de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en
el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo
que diga le será hecho” (Mr 11:23).
Si su confesión no está de
acuerdo con la Palabra de Dios, entonces, no es la fe la que está hablando.
Ésta, siempre está en armonía con la Palabra de Dios. El significado literal
del verbo ‘confesar’ en el Nuevo Testamento griego es ‘estar de acuerdo con’,
‘decir lo mismo’. Si queremos orar la oración de fe sin dudar, nuestra
conversación y confesión deberán armonizar con nuestra oración.
g.
La Oración De Fe Actúa De Acuerdo Con
Nuestra Confesión. Nuestra confesión de fe es una declaración verbal que
está de acuerdo con la actitud de fe que tenemos con relación a la sanidad del
enfermo.
Debemos
ir un poco más allá del mero hablar palabras de fe. Es necesario poner acción a
la fe. Éstas son acciones que concuerdan con las declaraciones de fe que hemos
hecho. Esto es como actuar literalmente de acuerdo con la Palabra de Dios.
Santiago nos
dice: “…la fe
sin obras es muerta” (Stg 2:20). Si profesamos creer algo pero no
actuamos de acuerdo con ello, entonces, nuestra profesión estará vacía.
Jesús
requirió frecuentemente fe y obras de parte de los que buscaban sanidad divina.
“Levántate, toma
tu lecho, y anda” (Mr 2:11), fue la orden que le dio al cojo. Un
milagro ocurre, usualmente, en el momento en que comenzamos a actuar en fe.
En contraste,
muchos no reciben sanidad porque en el momento en que deben actuar por fe
fracasan al no actuar sobre la promesa.
h. La Oración De Fe Continúa Resueltamente.
Hebreos 10:23 declara: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió”. Muchas veces nuestra fe es probada
cuando el resultado en el cual creemos no se manifiesta inmediatamente. Esto,
es un factor muy crítico e importante en el ejercicio de la fe. La verdadera fe
posee una característica que persevera en creer resueltamente aun cuando los
resultados no sean evidentes de inmediato. La verdadera fe no “...pierde la
confianza, que tiene grande galardón” (He 10:35, 36).
La fe bíblica
corresponde exclusivamente a lo que declara la Palabra de Dios. Ésta, no
depende de las sensaciones, síntomas o evidencias percibidas por los sentidos
naturales. Cree, confiesa y actúa según la Palabra de Dios.
Así que, cuando no existe aparente cambio o
mejora, continúa creyendo que la santa Palabra de Dios es verdadera. La fe
siempre confiesa que la Palabra es cierta, y actúa en correspondencia con ella.
Para Abraham
este proceso duró varios años. Mientras esperaba en Dios para que hiciera lo
prometido, Abraham “...fue esforzado en fe, dando gloria a Dios” (Ro
4:18-21).
Con fe y
paciencia, heredó la promesa (He 6:12).
i.
La Fe Otorga La Gloria A Dios.
Abraham es muy conocido como varón de gran fe. Su ejemplo a este respecto, es
tanto inspirador como instructivo. Romanos 4:16-21 nos da algunos principios
útiles, concerniente a la operación de su fe. Éstos incluyen el hecho de que
Abraham siempre fue diligente en darle la gloria a Dios.
En
muchos cristianos el problema es que Dios no puede confiar en ellos para que
realicen grandes obras de fe debido a que se atribuirían la gloria a sí mismos,
aparentando que son importantes.
Dios es
extremadamente celoso de Su Gloria. No está dispuesto a compartirla con nadie.
Necesitamos estar conscientes de este hecho. Siempre sea diligente en darle la
gloria y la honra a Dios por las maravillas que ejecuta. No es su fe la que ha
ejecutado el milagro, sino el poder de Dios. Su fe ha sido el canal a través
del cual fluye el poder de Dios.
C. SANIDAD A TRAVÉS DE LA CENA DEL SEÑOR
En 1Co
11:23-32 vemos claramente que la participación digna de la Cena del Señor,
trae como resultado la sanidad y la buena salud.
Pablo mantiene que la participación indigna
provocó la muerte prematura de algunos de los miembros de la iglesia de Corinto
y que otros se enfermaran. “Por lo cual
hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (v 30). Por consiguiente, vemos que si participamos de
la Santa Cena dignamente, disfrutaremos de buena salud. Examinemos juntos este
asunto de suma importancia.
1. La
Cena del Señor Tipifica La Comida De La Pascua
Cuando Jesús instituyó la Santa Cena o Comunión
por primera vez, fue en el tiempo de la celebración de la Pascua (Mt 26:19).
Los discípulos que se reunieron a Su alrededor aquella noche, estaban vivamente
conscientes de las implicaciones de aquella comida o cena.
Sabían que simbolizaba la pascua original que
el pueblo de Dios celebró unos 1,500 años antes. Recordaban el pacto que Dios
había hecho con sus padres. Dios había sacado a sus antepasados fuera de Egipto
en la primera Pascua.
Ellos experimentaron una liberación gloriosa de
la esclavitud egipcia bajo la poderosa mano del Todopoderoso.
La cena original de la Pascua constaba de
cordero asado y de pan sin levadura. La sangre de aquel cordero había sido
aplicada a los dinteles y jambas de las puertas de las casas israelitas.
Aquella sangre era una señal para Dios.
“...y veré la sangre y pasaré de vosotros...” (Ex 12:13), les
dijo Él. Ellos salieron a través de aquellas puertas teñidas de sangre hacia la
libertad de la salvación. La sangre tipificaba su redención. Dios les dijo
además que asaran un cordero con hierbas y que se lo comieran todo antes de
comenzar el viaje hacia la libertad.
Esta cena alimenticia fortalecería sus cuerpos
para la ardua jornada que les esperaba. Esto les proporcionaría fuerzas
físicas. “...y no hubo en sus tribus enfermo” (Sal 105:37). Así que, la
cena de la Pascua fue para salvación, salud y sanidad.
2. La
Cena del Señor: Un Nuevo Pacto
A medida que Jesús compartía el pan y el vino
con Sus discípulos aquella noche, estaba haciendo un Nuevo Pacto con ellos. El
vino simbolizaba Su sangre, que iba a ser derramada pronto por su salvación. El
pan tipificaba al cordero de pascua que sería ingerido para salud y fortaleza
física.
Pablo comparte algunos principios
significativos en relación con nuestra participación de la Santa Cena
(Comunión).
a. La
Cena del Señor Es Para Recordar A Jesús. Jesús dijo: “…haced esto en memoria de mí” (1 Co 11:24). Mientras
el Hijo de Dios se sentaba a la mesa con Sus discípulos aquella noche, era la
misma personificación de la perfección humana. Satanás había tratado de
atacarle, destruirle y seducirle durante toda Su vida (Mt 4:1-11).
Estoy seguro de que el diablo intentó poner
sobre Su cuerpo horribles enfermedades. Jesús tenía contacto con muchas
personas con aflicciones contagiosas durante Su ministerio. Estoy seguro que
Satanás procuró por todos los medios de contagiarle con éstas. Pero cada
esfuerzo del enemigo fracasó miserablemente.
Al finalizar Su ministerio terrenal, Jesús pudo
decir: “porque viene el príncipe de este
mundo, y él nada tiene en mí” (Jn 14:30). A pesar de todos los
esfuerzos que hizo el diablo, allí estaba Jesús sentado ante su presencia,
robusto y lleno de salud.
Un perfecto espécimen de la masculinidad, Jesús
les estaba diciendo: “Cuando ustedes vuelvan a celebrar esta cena en el futuro,
piensen en mí. Consideren mi persona en sus mentes como me ven esta noche,
saludable y fuerte, preservado por el poder de Dios, guardado de todo mal y de
toda enfermedad por la protección y providencia del Padre. Comprendan que Él
desea que ustedes también disfruten de buena salud y fortaleza”.
b. La
Cena del Señor Es Para Anunciar Su Muerte. Mientras Jesús pasaba el pan y
el vino entre Sus discípulos, les dijo: 1Co
11:24-26.
En su
sentido más profundo, la Santa Comunión es una celebración. Por supuesto que es
acompañada de alguna tristeza a medida que recordamos que por nuestros pecados
sufrió tanto cuando le crucificaron en la cruz. No obstante, cuando meditamos
en la muerte de Cristo, no podemos permanecer tristes por mucho tiempo.
El Calvario no fue una derrota, sino más bien
su triunfo más excelso sobre el pecado. Hebreos 2:14 nos dice: “…él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte
al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Cuando
celebramos tal victoria, nos regocijamos recordando que Jesús compró nuestra
perfecta libertad del pecado y todos sus efectos infernales. Él nos libró de
Satanás y de toda suerte de maleficio que desee enviar sobre nosotros. Jesús
nos restauró todo lo que Adán perdió. Somos perfectos en Cristo (Col 2:10). Nos
ha llevado a la plenitud a través de Su victoria triunfal.
c. La
Cena del Señor Es Para Discernir Su Cuerpo. Aquí radica el punto crucial de
todo el asunto. Es un fracaso creer que hemos discernido Su cuerpo debidamente
cuando celebramos la Santa Comunión y, después notar que diversos cristianos se
han enfermado (1 Co 11:27-32). Así que, ¿cuál es el significado de la expresión
discernir el Cuerpo de Cristo?
1) Su
Cuerpo Era Saludable. Primeramente, significa entender que Su cuerpo era
saludable y fuerte, y que Dios desea que nosotros también disfrutemos de esa
misma clase de salud.
2) El
Pan Representa El Cuerpo Del Señor. En segundo lugar, debemos entender que
cuando comemos el pan, éste, representa el Cuerpo del Señor. (1 Co 11:24).
Inherente a este acto está la vida, la salud y la fortaleza de Cristo. Debemos
comer por fe, apropiándonos de la medida y calidad de salud que reside en Él.
3) La
Iglesia Es El Cuerpo De Cristo. En tercer lugar, debemos discernir el
cuerpo místico de Cristo. Yo creo que este es el aspecto más profundo y
significativo. Este es el punto en el cual la mayoría de los cristianos
fracasan.
Pablo llama a toda la Iglesia el Cuerpo de
Cristo (Ef 1:22, 23). Toda persona que ha nacido de nuevo es miembro de tal
cuerpo. A medida que discernimos nuestra relación con Cristo, así debemos
reconocer nuestra relación con cada hijo de Dios. Si somos negligentes en tal
asunto, es como “comer y beber indignamente” durante la Santa Cena. Participar
de la Comunión y rehusar el reconocimiento correspondiente de la singularidad
del cuerpo místico del Señor, es como participar indignamente. Haga el favor de
notar que el término “indignamente” es un adverbio que describe la manera en
que ‘hacemos’ algo. No se refiere a la dignidad o indignidad de la persona de
por sí, sino más bien a si el acto de participar de la Comunión es realizado de
manera digna o indigna.
Hay tanta sanidad como limpieza
en la mesa del Señor. Debemos celebrar esta cena regularmente y de manera
digna, discerniendo debidamente el Cuerpo del Señor. Al así hacerlo, de seguro
que disfrutaremos de las gloriosas bendiciones de la sanidad divina en
espíritu, alma y cuerpo.