CÓMO HACER QUE SU FE CREZCA
¿Cómo Crece La Semilla De La
Mostaza?
Una de las
razones por las cuales el Señor nombra maestros, es para habilitarlos para
tratar con la incredulidad. Cuando Jesús fue a Nazaret, la ciudad de su
infancia y juventud, la Biblia dice: “No pudo hacer milagros allá por la incredulidad
[colectiva] de ellos”.
Existe lo que se conoce por el nombre de
incredulidad corporativa o de toda una comunidad que impide la operación de
Cristo. Siguiendo este comentario, en el capítulo seis de Marcos leemos la
declaración directa: “Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando”.
¿Por qué? Porque la enseñanza es el antídoto de la incredulidad.
No amamos a
las personas por la incredulidad; las enseñamos por su incredulidad. Así que,
necesitamos ser enseñados sobre la fe: sobre el potencial de la fe que hay en
nosotros; sobre los principios que gobiernan el crecimiento y la fe;
particularmente, sobre cómo aumentar nuestra fe.
Cuando Jesús habla acerca de la fe, Él siempre la
relaciona con nuestras interacciones con otros creyentes. Si la fe va a crecer,
requerirá el envolvimiento de nuestras relaciones con otros creyentes.
En Lc 17:3-4, Jesús lo enseñó a los
discípulos.
En respuesta a esta enseñanza sobre el perdón y
relaciones humanas, los apóstoles le rogaron al Señor: “Aumenta nuestra fe”
(v 5).
Se necesita de
la fe a fin de llevarnos bien con algunos santos que son contrarios. Como lo
expuso un poeta algunos años atrás. “El vivir arriba con los santos a quienes
amamos, ¡Oh, eso sería una gloria! El vivir abajo con los santos que conocemos,
¡esa es una historia diferente!”
Cuando Jesús
comienza a hablar acerca de “vivir abajo con los santos que ellos conocían”,
inmediatamente los apóstoles reconocieron su necesidad del aumento de su fe.
A. LA FE CRECE EN
ETAPAS
El próximo
versículo es probablemente el pasaje más mal entendido sobre la fe en las
Escrituras: Lc 17:6.
El pasaje
paralelo en Mr 11:23 no sólo
menciona árboles, sino también montañas. No muchos de nosotros estamos
reorganizando la topografía (moviendo montañas); por lo tanto, hemos
“espiritualizado” este concepto de la fe que mueve montañas. Cuando no podemos
hacer que una escritura obre, la “espiritualizamos”, trayendo la Palabra de
Dios hacia nuestra experiencia, más bien que llevar nuestra experiencia hacia
la Palabra de Dios.
Dios desea que
Su Palabra obre. Lo dice en Jer 1:12. En otras palabras: “Respaldaré
mi palabra para que obre lo que yo quiero” [traducción parafraseada].
Necesitamos descubrir este tipo de fe que “habla” y sucedan cosas.
El punto es
este: Hay una “fe que articula” y está a la disposición de los hijos de Dios:
“una fe que dice”.
Los
expositores bíblicos han interpretado a Lucas 17:6 como sigue: “Se necesita una
poquita de fe para realizar cosas grandes”. El problema con esta clase de
doctrina es el siguiente: ¡No trabaja! Un “poquito” de fe nunca ha logrado
cosas “grandes”.
1. Fe Como La Semilla De Mostaza
Algunos años
atrás, descubrí que la traducción de Weymouth dice: “Si usted tuviera fe que
creciera como un grano de mostaza...”. Cuando leí eso, el Espíritu me
hizo entender la enseñanza de Jesús de una manera diferente [nueva]. Era una
manera que nunca antes había escuchado a alguien explicar la fe.
Jesús no nos
estaba diciendo que todo lo que necesitamos es un poquito de fe del tamaño de
un grano de mostaza y, entonces, podríamos mover árboles y montañas. Por el
contrario, estaba enseñándonos que la fe que crece como un grano o semilla
de mostaza puede sanar a los enfermos, lanzar fuera demonios y ver las
señales que han de seguir (Mr 16:17-20).
Tenemos un
comentario divino sobre cómo un grano de mostaza crece en Mt 13:31-32.
Sabemos que
la semilla o grano de mostaza es diminuto, pero Jesús dijo que cuando nacía
y crecía hasta llegar a ser una planta adulta, es la más grande de todas
las hortalizas, llegando a ser un árbol lo suficientemente cómodo como para
alojar a las aves.
Cuando entendemos que no es una fe pequeña
sino una creciente la que efectúa cosas grandes, entonces, viene a ser
un concepto diferente de fe. Una fe pequeña hará algunas cosas; una fe grande
hará cosas más grandes. Sin embargo, la fe ideal, de la cual Jesús estaba
enseñando, es la fe creciente. Es de “fe en fe” (Ro 1:17) que
progresamos hacia la fe perfecta y completamente madura.
2. La Fe Que Mueve Montañas
En 1Co 13:2, Pablo comenta sobre la fe que
mueve montañas. Pablo reconoció que se necesitaría una fe completa,
total, global, adulta o madura para mover montañas. Usted no mueve montañas con
una fe del tamaño de una semilla, sino más bien con una fe creciente y
completa. Se necesita una fe en su pleno desarrollo para mover una montaña.
Pablo lo entendió y Jesús lo enseñó.
Durante este
tiempo, los otros nueve apóstoles se quedaron esperando al pie de la montaña, y
vino a ellos un hombre cuyo hijo era lunático. Esos espíritus del mal le hacían
caer en el fuego, en el agua, etc.
Los nueve
apóstoles trataron el exorcismo, pero no tuvieron éxito. El hombre fue a Jesús
cuando descendió de la montaña y le dijo: “Y lo he traído [su hijo] a tus discípulos, pero no le han
podido sanar” (Mt 17:16). ¡Qué denuncia (acusación)! ¡No le pudieron
curar! Mt 17:18, 19.
Los
discípulos en efecto dijeron: “Señor, le dimos al muchacho el tratamiento
carismático completo: Lo sacudimos, dijimos en el Nombre de Jesús, e hicimos
todas esas cosas y el demonio no salió de él. ¿Por qué?”.
La Versión de
la Biblia en Español revisada por Valera dice: “Por vuestra poca fe...”
(Mt 17:20). Sin embargo, esa palabra en la Versión del Rey Jacobo en inglés
utiliza la palabra incredulidad, que en el griego original no es la
correcta, sino la que usamos anteriormente “poca fe”, que es lo mismo que “fe
sin desarrollar”.
Jesús no
estaba hablando acerca de incredulidad (una fuerza negativa). Los discípulos no
habrían tratado de echar fuera algún demonio si hubieran sido incrédulos. La
incredulidad es algo negativo que duda, mientras que el problema de los
apóstoles era el de “poca fe”.
Ellos estaban
tratando, pero no con la suficiente fe que se necesitaba para hacer aquel tipo
de trabajo. Así que, los discípulos no eran incrédulos, sino que su problema
era que todavía su fe no se había desarrollado hasta la dimensión o esfera
necesaria para bregar con aquel problema. Tenían “fe como una semilla o grano
de mostaza”, pero el problema afrontado era del tamaño de un árbol.
Jesús continuó
enseñándoles que a pesar de que su fe estaba sin desarrollar, si le hubieran
permitido crecer como un grano de mostaza, eventualmente habrían podido decirle
“a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada será imposible”
(Mt 17:20).
En otras
palabras, nada será imposible para usted si tiene una fe creciente o que ha
llegado al pleno desarrollo, una fe que ha evolucionado, y continúa creciendo.
Una fe
creciente es un concepto de la Escritura. En los escritos de Pablo, él nos
habla en la siguiente metáfora: él dice que somos transformados “de gloria
en gloria” y “de fe en fe” (2 Co 3:18; Ro 1:17). La fe crece en una
serie de pasos o temporadas.
3. Dios Otorga Fe
Ro 12:3. La fe comienza con la medida del
grano de fe que Dios reparte a cada uno de nosotros. El término “medida” viene
del vocablo griego metron, que significa “una porción limitada”. Esta
semilla (porción limitada o medida), es el don de Dios para cada creyente.
No hay
cristiano que pueda decir: “No tengo fe”, ya que, la Escritura dice que Dios
repartió a cada uno conforme a la medida de fe o semilla. Además, el respaldo
de esta declaración está en Ef 2:8-9 Si usted es un creyente nacido de
nuevo, esa semilla, medida y don han sido conferidos a usted.
4. Dos Clases De Fe
Existen dos
clases de fe:
a. El Don De Fe. Uno es el “Don de Fe”
mencionado en 1Co 12:9. Ese es el impartir soberano de un Don de Fe de
parte de Dios a su persona.
b. Fe Desarrollada. La otra es la fe
desarrollada. En este tipo de fe, si usted comienza con una fe de “5 pesos” y
crece hasta una de “75 pesos”, entonces, puede tratar con cualquier situación
que afronte hasta una fe de 75 pesos.
Por otro lado,
si su fe no ha crecido progresivamente, sino que sólo ha experimentado un don
repentino o “impartir” de fe en una ocasión particular, el desarrollo de su fe
podría todavía estar en el nivel de 5 pesos.
Algunos
todavía siguen recordando el gran momento singular de fe en el cual un poderoso
milagro tomó lugar mediante ellos, quizás unos veinte años atrás; no obstante,
su fe no ha crecido desde ese momento hasta el presente.
La fe soberana puede venir sobre usted en una
situación dada, y un gran milagro será ejecutado. Pero cuando la situación haya
pasado, para la cual usted necesitaba ese Don de Fe, la fe que le impulsó a
operar tal milagro quizás ya no vuelva a residir en usted. La fe desarrollada
es una que permanecerá con usted y obrará para usted en cualquier situación en
la que se halle. Siempre y cuando el problema no exceda su nivel de fe en
crecimiento, siempre será triunfador.
No obstante,
así como sucedió con los discípulos, si usted se confronta con un problema
mayor que su nivel de fe, puede que experimente la derrota.
B. LA FE CRECE POR
OBEDIENCIA
Ahora debemos descubrir cómo la fe puede crecer en
la vida del creyente. Vamos o crecemos de “fe en fe” y de “gloria en
gloria”.
Un precepto
bíblico que recordar, es el siguiente: Usted conocerá la gloria de Dios en su
vida únicamente en proporción al desarrollo de la fe en su vida. La fe
desarrollada producirá un aumento de la gloria de Dios, la cual, reposará sobre
su vida y ministerio.
1. El Potencial En Una Semilla
El principio
de una fe creciente puede ser ilustrado con la historia de la tumba del Rey
Tutankamen.
El Rey
Tutankamen fue un faraón egipcio famoso que fue enterrado cerca del año 1357
a.C. en una tumba de una pirámide extremadamente elaborada. Su tumba fue
descubierta completamente intacta en 1922 por un arqueólogo inglés. En su
interior, entre sus tesoros, se encontró miel, trigo y semillas.
Curioso por
ver lo que había sucedido después de 3,279 años, el arqueólogo hizo que el
trigo fuera sembrado en terreno fértil en las inmediaciones del Río Nilo. Allí
recibiría la humedad y los nutrientes necesarios del suelo.
Dentro del
período normal de madurez emergió una cosecha de trigo, una cosecha de una
semilla de más de tres mil años de edad.
Aunque los
granos permanecieron en estado latente por más de 3000 años, en su simiente
había el potencial para producir y reproducir una notable cosecha. Todo lo que
necesitaba era el ambiente apropiado en el cual crecer.
2. Tres Ingredientes Esenciales Para El
Crecimiento
La ley natural del crecimiento nos enseña cosas
espirituales. Un grano de trigo en el ambiente erróneo, jamás crecerá. Sin
embargo, si se coloca en las condiciones apropiadas, no sólo crecerá,
sino que cada vez que su semilla vuelva a ser sembrada en cada cosecha
sucesiva, reproducirá eventualmente miles de fanegas de trigo.
Ese mismo
tremendo potencial está encerrado en la semilla de la fe que Dios ha entregado
a cada hombre. Lo que hagamos con ella determinará si crece o permanece
como una semilla.
A fin de
crecer, la semilla tiene que recibir nutrientes (suelo fértil), agua y
luz solar. Estos son los tres elementos esenciales para el
crecimiento natural y espiritual.
Metafóricamente,
la semilla de la fe, a fin de que crezca, tiene que ser nutrida en el terreno
de la Palabra de Dios [no de la letra, sino del Espíritu de revelación (Ef
1:17) sobre la Palabra] regada con el agua de la obediencia a la
Palabra, y bañada por la claridad solar del amor de Dios que es
derramado sobre nuestros corazones por el Espíritu Santo (Ro 5:5; Ga 5:6).
a. El
Terreno: Escuchar La Palabra De Dios. Cuando hablamos de la Palabra de Dios como el terreno en el cual
la semilla de la fe crece, no nos referimos únicamente a la Santa Biblia. Ro 10:17
En los libros
proféticos del Antiguo Testamento encontramos la expresión frecuente: “La
palabra de Jehová Dios vino sobre...”, el Profeta Jeremías, o sobre
Ezequiel el sacerdote, o sobre Oseas, etc. Esto significa que la voz o palabra
de Dios fue comunicada desde el Cielo a un hombre sobre la tierra, así como lo
implica Ro 10:17.
Ez 33:7 Dios no le dio un versículo bíblico a Ezequiel; por el
contrario, Él le impartió una revelación, una “palabra” que él
debería declarar al pueblo.
De la
misma manera, la palabra de Dios puede ser comunicada a su persona
subjetivamente (en su espíritu, mente y pensamientos), de tal manera que ésta
le haga conocer que Él le ha hablado específicamente.
Él puede hacer tal cosa a través de las Escrituras
por medio de hacer que algún versículo arda en su corazón o llegue a ser algo
vital en su interior, lleno de significado, consuelo o dirección. O podría
hacerlo, como aparece registrado en las escrituras, por comunicación directa,
por visión, por sueño o por visitación angelical.
Dios puede hablarle por medio de una voz audible o por medio de una
tierna voz o simplemente por medio de impartirle una seguridad interna. En
cualquiera de estas formas Dios le puede comunicar y le comunicará Su Palabra.
Hemos
establecido tres cosas:
·
Dios ha dado una medida o semilla de fe a cada
uno de nosotros.
·
La fe viene (es aumentada) por el oír la
Palabra.
·
Dios nos puede comunicar Su Palabra.
¿Cómo podemos
escuchar esa palabra y hacer que la semilla crezca en el terreno de la Palabra
de Dios?
b.
Regándola Con Agua: Obedeciendo La
Palabra De Dios. Primero que nada, tenemos que entender lo que significa
oír. Ro 10:17
Pablo nos está hablando acerca del acto pasivo de
escuchar un sermón predicado de la Biblia. Él no está sugiriendo que vayamos a
la iglesia cinco veces a la semana a fin de que la fe crezca. Lo que Pablo está
diciendo es que la fe viene por el oír lo que Dios le dice.
Escuchar, en
este caso, no significa audio percepción (escuchar los sonidos y palabras)
únicamente. El concepto va más allá, significando “escuchar y actuar sobre lo
que ha sido oído”.
La fe viene,
crece y es demostrada y expresada por medio del escuchar y luego poner lo que
se escucha en acción. En el griego, esto significa literalmente: “La fe viene por el oír y el
obedecer la palabra de Dios [actuar sobre]” (Stg 1:22).
Cuando Dios habla, siempre hay un mandato
imperativo en lo que dice; usted o actúa sobre tal orden, o la desobedece. Por
ejemplo, un padre puede decirle a uno de sus hijos: “Hijo, hay un saco de
basura en la cocina. Haz el favor de tomarlo y echarlo al basurero”.
El niño
continúa jugando con sus juguetes en lugar de obedecer. Cinco minutos más
tarde, sale corriendo para el patio a jugar, pero se olvidó de tomar el saco de
basura que estaba en la cocina. ¿Escuchó él la orden de su padre? Él
tuvo percepción del sonido o voz (sus oídos captaron el sonido de las palabras)
de lo que se dijo. Pero en el sentido bíblico, no escuchó, pues no “actuó
sobre” lo que oyó o no “obedeció” lo que se le ordenó.
1)
La Desobediencia Impide El Crecimiento.
A menudo actuamos de igual manera cuando Dios nos habla. Continuamos haciendo
lo que nos mantenía ocupados y hacemos caso omiso de lo que Dios nos dijo.
Luego, nos preguntamos el por qué no recibimos crecimiento en la fe. La fe no
ha sido liberada y no puede crecer hasta que no se ponga en acción.
Cada vez que
escucha y actúa, toma otro paso de fe. En el momento en que desobedezca la
palabra de Dios para su vida, su crecimiento en fe se detendrá en ese nivel.
Dios siempre le traerá de regreso nuevamente a tal nivel antes de que le lleve
adelante en su desarrollo de la fe.
En otras
palabras, Dios siempre le pedirá que retorne al lugar donde dejó su primer
amor, a que lo recoja y comience a caminar desde ese punto hacia adelante. En
efecto, Él le dice: “El que recibe mi Palabra y la guarda [el que actúa
sobre ella], esa es la persona que me ama”. Por lo tanto, su fe no puede
crecer más allá de su obediencia ¡Esa es una ley inmutable de la fe!
Recuerde,
usted va de gloria en gloria y de fe en fe. Así que, necesita
comenzar donde está con lo que tiene, en el presente.
2)
Comience Donde Está. Usted no echa
fuera una legión de demonios hasta que primero no lance fuera uno. En otras
palabras, usted no se extiende hacia afuera para hacer algo más allá de su
nivel de fe, tratando de ir de una fe simple hasta una completamente madura, de
un salto. Eso no trabaja de esa manera.
La fe crece
por medio de una serie de pasos progresivos. El Apóstol Pablo tuvo que esperar
14 años, hasta que su fe creciera y, luego, salir en esa dimensión más elevada
de fe y cumplir el llamamiento de Dios (Ga 2:1). El desarrollo de su fe tenía
que ser del mismo tamaño o igual a los problemas y retos que afrontaría en su
ministerio misionero.
A medida que
su fe crece, su habilidad para confiar en Dios crece. Años atrás, mi esposa y
yo comenzamos a vivir por fe, confiando en Dios para que nos supliera 8 dólares
semanales para nuestras necesidades. Nuestra fe ha crecido con los años en
pasos progresivos; hoy, en nuestra dedicación o consigna misionera a la
institución de World MAP confiamos en Dios para que supla millones de
dólares para el sostenimiento de un ministerio mundial. Comenzamos donde
estábamos con lo que teníamos (menos de diez dólares), y confiamos en Dios.
Luego, nuestra fe comenzó a crecer, a medida que actuamos sobre Su palabra
hacia nosotros.
3) No Imite A Otros. Una palabra de
advertencia aquí es la siguiente: “Nunca trate de actuar sobre la Palabra de
Dios, para imitar a otra persona”. Usted no puede imitar la fe de otra persona.
Algunos han tratado de imitar grandes ministerios de sanidades con resultados
desesperados y trágicos a veces. Otros creyentes han tratado de seguir los
pasos de fe de otros, y han tropezado y caído a tierra.
No obstante,
cuando la Palabra de Dios viene a su vida y usted actúa sobre ella, cosas
suceden.
Hace unos
cuantos años estuve visitando México con un hermano panameño llamado Noel de
Sousa.
Un día me llevó a visitar el hogar de un hermano
que se había descarriado para que orara por él. A medida que oraba por este
varón la Palabra de Dios vino sobre mí: “Si no se arrepiente, se muere”.
¡Qué mensaje
para ser entregado a un hombre que estaba enfermo en cama! Pero esa fue la
Palabra de Dios: “arrepiéntase o morirá”, eso mismo fue lo que le dije al
enfermo. No sabía que su esposa había estado orando por él durante años para
que se arrepintiera y volviera al Señor. No obstante, cuando la palabra de Dios
vino sobre él, se derritió bajo el poder de convicción y comenzó a llorar como
un niño arrepentido e implorando al Señor que entrara a su corazón, y así lo
hizo.
Lo siguiente
que pasó fue que la Palabra de Dios vino sobre mí diciendo: “Dile que se
levante y ande en el Nombre de Jesús”. El hermano Sousa tradujo la palabra de
autoridad al español. Mientras extendía mi mano para levantarle, él salió de su
cama, levantó sus manos al cielo y danzó alrededor del cuarto, regocijándose y
alabando al Señor. Más tarde, me enteré que la condición de este varón era tan
grave que el doctor había dicho que si solamente se volteaba sobre su camastro,
moriría. Si yo hubiera sabido tal cosa, quizás habría vacilado un poco en
obedecer la orden del Señor en levantarle de la cama. Pero la Palabra del Señor
vino, yo fui obediente y el enfermo se levantó de la cama completamente sano.
Si yo hubiera extendido mis manos y
levantado a aquel hombre en un acto de presunción o para imitar la fe de
otro, lo habría matado conforme a lo que dijo el doctor.
Luego,
podemos ver que un espíritu obediente es la clave hacia una fe creciente.
Hemos notado
que la fe no puede crecer sin que haya obediencia. Siendo “que la fe viene
por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”, no podemos crecer en fe hasta
que hayamos escuchado sobre lo que Dios nos ha hablado.
Hemos señalado
que Dios no espera ni quiere que nosotros vayamos de una fe tipo semilla, hasta
una fe que mueva montañas de un sólo salto, sino que desea que nuestra fe vaya
desarrollándose, siguiendo una serie de pasos y, de esa manera, nos iremos
moviendo de fe en fe.
Dios comienza con nosotros donde estamos, con la
medida de fe que Él nos ha regalado. Confíe y actúe sobre la Palabra para usted
con un espíritu obediente. Luego, verá esa semilla de fe que tiene, creciendo
como un grano de mostaza hasta convertirse en un árbol hermosamente
desarrollado de fe produciendo muchos frutos preciosos.
c.
La Luz Del Sol: Un Dios Amante.
Otra de las cosas esenciales o básicas para el crecimiento de la fe es el amor.
Ga 5:6. Ya descubrimos en Ro 10:17. Así que, nosotros resumimos
los tres ingredientes para el crecimiento de la fe como sigue: Escuchar,
Obedecer y Amar.
1)
Obediencia: La Prueba Del Amor.
En Jn 14:21 Jesús trata con la
interrogación del amor con la obediencia. La obediencia es la prueba del amor y el criterio del
amor. Jesús continúa diciendo: Jn
14:23-24
Escuchamos
Su palabra que nos habla, y debido a que le amamos, actuamos sobre lo que
oímos. Si no obedecemos, entonces, es porque no le amamos y por ello la fe no
puede operar. Sin el ejercicio de la fe, no puede haber crecimiento de fe, por
lo tanto, la fe crece de nuestro amor por Jesús, en respuesta al escuchar la
Palabra del Señor.
C. LA FE CRECE POR EL
OIR
Cuando las
Escrituras dicen: “la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios”,
se refiere a la experiencia subjetiva mediante la cual Dios nos habla. Ya sea a
través de un versículo real en la Biblia o por lo que habló a los profetas del
Antiguo Testamento, lo cierto es que Él habla.
Los profetas
escucharon audiblemente o a través de la tierna voz en su interior o por sueño,
por visión, por visitación angelical o a través de la boca de un siervo ungido;
de cualquier modo, Dios se comunicó con ellos, esa comunicación es a lo que la
Biblia llama ” La Palabra de Jehová Dios”.
1. Dios Habló Entonces
a.
La Palabra Escrita. Lo que
conocemos como la Palabra de Dios escrita [de la Escritura]; y
b. La
Palabra Hablada, o
sea la palabra viviente de Dios. Necesitamos conocer la diferencia entre ambas
a fin de entender mejor lo que significa escuchar la Palabra de Dios.
Pablo no está
meramente hablando acerca de las Escrituras o Palabra de Dios escrita cuando
dice: “ La fe viene por el oír la Palabra de Dios”.
Hch 17:11 sostiene este punto. Como se usa en este
versículo, “las Escrituras” se refieren a los libros del Antiguo
Testamento, desde Génesis hasta Malaquías. Todavía no tenían el Nuevo
Testamento. Éste apareció un siglo más tarde. Por lo tanto, “la Palabra” y
“las Escrituras” en este contexto no son la misma cosa. “La Palabra”
era el mensaje ungido predicado por los Apóstoles. “La Escritura” era el
Antiguo Testamento. Ellos “recibieron la Palabra y escudriñaban las
Escrituras”.
En 1Ts 2:13, vemos un ejemplo adicional de
la Palabra hablada de Dios, a diferencia de la Palabra escrita.
Aquí, “la
Palabra de Dios” se refiere a aquello que fue predicado y proclamado a
través de las bocas de hombres ungidos de Dios. Y fue recibida como la Palabra
viviente directamente de Dios.
Cuando Pedro
le dijo al ciego que pedía limosna frente al Templo la Hermosa en Hch 3:6, lo que habló fueron palabras vivas
que produjeron la sanidad del cojo. Para el cojo tales articulaciones vinieron
a ser “la Palabra de Jehová Dios” a través de la boca de un instrumento humano,
un siervo ungido del Señor.
2. Dios Habla Hoy
Dios todavía
habla hoy por medio del Espíritu Santo y a través de Su palabra escrita,
mediante sus siervos ungidos y por medio de señales sobrenaturales tales como
sueños, visiones, seguridad interna, Providencia Divina o circunstancias. Dios
nunca nos habla en una experiencia subjetiva para contradecir Su palabra
escrita.
Cualquier
experiencia de tal índole tiene que ser juzgada por las Santas Escrituras y
estar en armonía con ellas.
Necesitamos
abrir nuestros corazones para recibir la Palabra del Señor no sólo de la
Biblia, sino también de los demás canales por medio de los cuales Dios habla.
a.
Escuche Su Voz. La amonestación
repetida siete veces en Apocalipsis 2 y 3, es para que nosotros la atendamos en
este tiempo: “El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a
las iglesias”. Note el uso del tiempo presente continuamente: dice,
significa “escuchar lo que el Espíritu dice y continúa diciendo”.
Este mismo
tiempo es usado por Jesús en Mateo 4:4:
“… No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra
que sale [tiempo presente continuo] de la boca
de Dios”.
Vivimos no
sólo por lo que Dios ha hecho en Su Palabra escrita, sino también por la
palabra que (tiempo presente) “sale y continúa saliendo de la boca de Dios”.
Caminamos por la vida escuchando y obedeciendo La
Palabra que sale de la boca del Señor por cualquier medio que Él escoja
hablarnos tal palabra. Cuando rehusamos aceptar que Dios puede hablarnos a
través de otros medios diferentes a las páginas escritas de la Biblia, es
posible que nuestra comunicación con Él quede interrumpida, y la muerte
espiritual comience su proceso de destrucción.
b.
No Rechace su Voz. Cuando Dios
habló a los israelitas, He 12:19.
Cuando ellos rechazaron la voz de Dios, perdieron fe y fueron encerrados bajo
La ley.
He 12:25. Muchos hoy están caminando sobre
los extremos peligrosos de tal rechazo “si desecháremos al que amonesta”. Algunos
enseñan que los días de los milagros ya pasaron. Están tratando de vivir por lo
que Dios dijo, y rehusando escuchar lo que Él está diciendo. Por
consiguiente, están rechazando al Dios de milagros. Tales personas vivirán en
una fe inmadura o sin desarrollo, pues tratan de bajar las Escrituras hasta su
nivel de experiencia más bien que elevar su experiencia hasta las Escrituras.
Si deseamos
crecer en fe, nuestros corazones y oídos tienen que estar atentos para oír Su
voz. Tenemos que creer que la palabra de Dios puede venir sobre nosotros hoy.
Debemos aceptar la dirección de la Voz del Espíritu en armonía con las
Escrituras, las cuales, nos comunican su voluntad.
Si no
rechazamos Su voz (como los hijos de Israel), más la escuchamos y obedecemos,
la fe será aumentada en nuestras vidas.
c.
Esté Listo Para Su Voz. No
necesitamos estirarnos para escuchar Su voz, no necesitamos pasar por toda
suerte de ritos y ceremonias para que Dios nos hable. Dios puede y a menudo nos
habla cuando menos lo esperamos.
Una de las palabras más importantes del Señor para
mí vino una mañana en el estado de Nuevo México, estaba en uno de los baños
mientras me estaba doblando para lavarme las manos y el rostro, para luego
salir a desayunar. Repentinamente escuché la voz de Dios.
En otra
ocasión salía para el servicio del domingo en la mañana. Mi mente estaba
pensando acerca del viaje a casa. Sin esperarlo Dios me dio una “Palabra de
Sabiduría” para un miembro de la iglesia que resolvería un problema muy serio
en su vida.
d.
Póngase a tono con su voz. Existe
la capacidad en Dios para hablarnos a través de Su Espíritu Santo directamente
del Cielo. Y existe en nosotros la capacidad para escuchar a través de nuestro
espíritu cuando Él habla.
Pablo dice que el hombre está compuesto de
espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23). El espíritu es aquella parte interna del
hombre que está consciente de Dios. Él alma (intelecto, voluntad y emociones)
es aquella parte interna de nosotros que es auto consciente. El cuerpo
(respondiendo a través de los sentidos) es esa parte de nosotros que nos hace
conscientes del mundo. Así que, debido a que somos espíritu y a que Dios es
Espíritu, podemos tener comunicación.
Por ejemplo,
en un cuarto entran cientos de señales de sonido que son transmitidas desde
estaciones de radio y televisión. Pero no podemos escuchar los sonidos a menos
que sintonicemos la radio o la televisión.
Tan pronto
como sintonicemos el aparato con la estación, tales sonidos son transmitidos de
manera audible [sonora] y visible. De la misma manera, podemos “sintonizarnos”
con Dios y recibir sus señales, algunas de las cuales son audibles o sonoras y
visibles.
1)
El ayuno agudiza sus oídos. Una de
las maneras en las que podemos agudizar nuestra recepción de las señales de
Dios, es a través del ayuno. Esto es semejante a sintonizar bien una estación
de radio.
Cuando Jesús
enseñó a Sus discípulos acerca de sus necesidades de crecer en fe, Él enfatizó
(Mt 17:21) que la oración y el ayuno a menudo eran la clave hacia una fe mayor.
El ayunar es una ayuda para aumentar la fe cuando nuestro motivo es acercarnos
a Dios a fin de poder escuchar mejor Su palabra para nuestras vidas.
2) El ayunar
puede ser peligroso. El concepto
de que uno puede voltear el brazo de Dios por medio del ayuno, obligándole a
hacer algo que no quiere hacer, es totalmente erróneo.
Si el ayunar
se convierte en una obstinación y es de motivo cuestionable, usted puede abrir
las puertas para dar entrada a los espíritus del error. Recuerde que durante el
ayuno de los cuarenta días, Jesús tuvo un encuentro con el diablo. Si usted
está orando y ayunando para poder hacerse famoso o por otras razones
equivocadas, usted está corriendo el riesgo de que los demonios del engaño
vengan sobre usted. No obstante, Jesús no estuvo en el desierto por Su propia
obstinación o voluntad propia para ayunar 40 días. No fue porque Él decidiera
obligar a Su Padre para que exhibiera su poder sobrenatural para probarle al
mundo Sus dinámicas. Él estaba allí porque había sido impulsado por el Espíritu
para ayunar. La escritura de Marcos 1:13 nos dice que: “los ángeles le
ministraron” usted necesita el ministerio de los ángeles en un ayuno de 40
días.
Sé de tres
personas que han muerto en un ayuno de 40 días. Sin duda alguna que no fueron
dirigidos por el Espíritu, sino más bien por la obstinación carnal o humana.
Ningún ayuno extenso en la Biblia, ha sido iniciado por la voluntad humana,
sino siempre por la providencia divina.
Por ejemplo,
Moisés (Ex 34:28) y Elías (1 R 19:8) ayunaron 40 días y 40 noches; no obstante,
Dios fue quien inició tales ayunos y no ellos.
Algunos han
sobrevivido un ayuno de 40 días, pero al final, ya no tenían más fe que cuando
comenzaron. Conozco de otros que, por el contrario, Dios los dirigió en un
ayuno de 40 días. Siendo que estaban obedeciendo a una iniciativa divina,
fueron preservados. Fue de esa manera que se encontraron con Dios y pudieron
entrar dentro de un ministerio genuino del Espíritu Santo.
Un peligro
muy real que puede ser afrontado en un ayuno de 40 días de parte de un creyente
egocéntrico y obstinado, es el contacto con los demonios. El desear poder y
unción para alimentar el ego o auto arrogancia, resultará en que tal persona
quede accesible a tener contacto con cualquier espíritu (ya sea del bien o del
mal); y subsiguientemente al poder de Satanás.
El espíritu humano puede comunicarse mucho más
fácil con el Espíritu Santo durante el ayuno. No obstante, será también más
susceptible y sensible a los espíritus del error, así como al Espíritu Santo.
Pero estará en terreno seguro si su motivo es acercarse más a Dios.
Si es
dirigido por el Espíritu de Dios puede allegarse a Dios muchas veces por medio
de ayunos más cortos. El hecho de apartarse durante una semana, dos o tres para
orar y esperar en Dios, le ayudará mucho.
3) El Ayuno Necesita La
Motivación Correcta. La
motivación en el ayuno deberá ser pesada cuidadosamente. Algunos son motivados
para poder alcanzar poder y unción prematuramente y son destruidos en lugar de
edificados. La senda del Ministerio de Milagros está salpicada de naufragios de
hombres que fueron impulsados por la codicia de recibir poder (por obstinación
propia). Ellos no tenían preparación en sus corazones para tratar con el mismo,
ni para manejarlo después que lo recibieron, así que, eventualmente tal poder
los destruyó, la unción es algo muy peligroso.
Si tuviéramos poder
ilimitado a la disposición, saldríamos fuera y haríamos muchas cosas que Dios
no querría que hiciéramos; al hacerlo, violaríamos toda suerte de principios
divinos y haríamos muchas cosas necias que nos perjudicarían y destruirían la
obra de Dios en el proceso. Cuando Dios habla, siempre es una expresión de Su
voluntad. Cuando sabemos lo que Él quiere que se haga, la fe viene por el oír
la Palabra de Dios. Esta es una fe segura.
D. LA FE CRECE POR
MEDIO DEL HABLAR
La fe segura
está basada sobre el escuchar, obedecer y amar. Abrimos nuestro espíritu
a la Voz del Señor mediante la demostración de un corazón apto y sensible para
oír y obedecer debido a que le amamos y Él nos ama. Es debido a tal amor que la
fe obra. De otra manera, la fe es suprimida y deja de crecer.
Así que,
el oír, obedecer y amar son los tres ingredientes centrales para el crecimiento
de la fe. A esto podemos agregarle un cuarto ingrediente esencial: Hablar.
1. La Fe De Dios
En Mr 11:22-23
Jesús les enseñó a sus discípulos “…tened fe en Dios”. La traducción
literal es la siguiente: “tengan la fe de Dios... porque de cierto os
digo que cualquiera que dijere a este monte...” la implicación aquí
es que la fe de Dios es una fe que habla.
En el primer
capítulo de Génesis, Dios dijo: “Sea la luz; y fue la luz”. Dios dijo: “Sea...”
y fue. La fe de Dios es una fe que dice o habla, que articula palabras.
La fe que habla o dice es una más elevada
que la fe que pide. Se necesita fe a fin de pedir, pero existe una fe que va
más allá de la que pide: la fe que habla o dice. “Porque de cierto os
digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no
dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le
será hecho”. El griego original dice: “Cualquiera que cree en lo que dice,
sucederá; tendrá cualquier cosa que diga”.
2. Hable Lo Que Dios Diga
El
progreso y crecimiento de la fe, están relacionados con lo que usted diga o
hable en palabras que salgan de su boca.
Pr 4:20-22. Si usted recibe las palabras de
Dios y las declara o dice, vienen a ser vida y salud para su vida.
Pr 6:2. Salomón hace bien
claro que lo que decimos puede ser de maldición o de bendición para nosotros,
declara directamente en Pr 18:21.
Después de
haber enfatizado en Pr 10:11,
Salomón nos dice que podemos ser atrapados (enlazados) o liberados con las
palabras que hablamos. La fe encuentra su expresión a medida que comenzamos a
decir: “Esto es lo que Dios ha dicho”.
Ap 12:11 habla de una compañía de
santos que “le
han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio…”: es decir, su confesión
hablada. El diablo es impedido cada vez que confesamos lo que Dios dice.
Pablo conocía el poder de la palabra hablada, y
nos recuerda en Ro 10:8-10. La palabra “salvo” en el versículo 9 viene del
vocablo griego sozo, que es traducido al Español con la expresión: “serás
salvo”. En otro pasaje, en el Nuevo Testamento, esta misma palabra significa...
”serás sano”; y en otro: “tus pecados te serán perdonados”.
“Sozo”
es un término que el Espíritu Santo escogió para expresar todos los beneficios
de redención que están disponibles para todos los hijos de Dios. Todo lo que el
Calvario provee es apropiado por nuestra confesión.
3. Crea Lo Que Dice
Recibiremos
lo que decimos en el momento en que afrontamos una situación, es decir, la respuesta en nuestro corazón es expresada
por nuestra boca y hablamos lo que creemos. Jesús amonestó a los fariseos en Mt 12:34-37.
Al primer síntoma de enfermedad, lo confesamos, no lo dudamos, lo creemos
y recibimos la sanidad. Algunas personas solitarias y tristes, utilizan la
enfermedad para conseguir la atención y simpatía. Sus vidas están erigidas
alrededor de la atención que puedan conseguir durante una enfermedad
particular. La poseen por fe y la retienen por fe, confesándola cada vez que
viene un día nuevo y cada vez que se va.
En el lado
positivo, esto puede obrar a nuestro favor también cuando entendemos el
principio. Si confesamos con nuestra boca lo que Dios dice creyendo en nuestro
corazón, tendremos lo que decimos o pedimos.
Si la Palabra
de Dios encuentra alojamiento en nuestro corazón y la abrazamos inmediatamente,
confesamos la victoria en lugar de la derrota cuando se nos presente el reto.
Entonces, recibiremos lo que pedimos: ¡victoria!
4. Ejemplos De Hombres Que Hablaron Por
Fe
a. Abraham. Podemos ver este principio de la confesión
positiva de fe en el registro bíblico de Abraham en Ro 4:17-22. Dios le había prometido a Abraham que sería el Padre de
muchas naciones; aunque Abraham estaba cerca de los cien años y lejos de
procrear hijos, su fe no era débil. Su fe tampoco vaciló ante la esterilidad de
la matriz de Sara. “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios,
sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”.
Esto
significa que anduvo positivamente alabando a Dios por todas las cosas que le
había prometido, confesando lo que Él había dicho y dándole la gloria.
Abraham había
escuchado la palabra de Dios y “plenamente convencido de que era también
poderoso para hacer todo lo que había prometido”, dio expresión verbal a
aquella palabra que moraba en él.
Probablemente
dijo: “¡Aleluya! Dios me prometió un hijo y creo que voy a ser padre de un
hijo. A pesar de que tengo cien años de edad y Sara 90, aun así vamos a tener
un hijo. ¡Gloria a Dios!”. Debido a que Abraham confesó la palabra de Dios en
lugar de las circunstancias, “...su fe le fue contada por justicia” (v
22).
b. Dios. Ro 4:17. Cuando Dios dice que algo “es”, aunque dé la
apariencia de que “no lo sea”, Él cree que lo “es”. Dios no tiene duda en Su
corazón, y lo que dice, eso es exactamente lo que sucede.
Si Dios hace
esto, ¿Acaso no deberíamos nosotros hacerlo también? ¿No deberíamos nosotros,
quienes somos los hijos de Dios, hacer lo que Dios hace? Si Su palabra ha
venido a nosotros, entonces, deberíamos.
c. Jesús.
En este mismo momento, Jesús Mismo está sentado en fe, llamando aquellas cosas
que al parecer no son, como que son. Dios el Padre le dijo a nuestro Señor
Jesús: Sal 110:1. Jesús ha tenido
esa promesa desde la eternidad. La Biblia dice que Él está sentado a la diestra
del Padre, esperando en fe que sus enemigos sean puestos por estrado de Sus
pies.
Él continúa en
Su ministerio de fe, y está sentado reposando, sabiendo que Él verá el fruto de
Su fe manifestado sobre esta tierra, aunque la promesa de tal obra tome siglos.
5. Tome Su Posición En Fe.
Usted también
puede tomar una posición en fe por lo que dice y habla. Cuando usted conoce la
voluntad de Dios puede llamar algunas cosas “que no son”, como “si lo fueran”.
Finalmente, usted puede verlas cumplidas en su vida.
Si usted
acepta la palabra de Dios para su vida, usted puede pararse firme y confesar
tal palabra (así como lo hizo Abraham) frente al rostro de los demonios, de las
opiniones negativas, de las circunstancias y toda oposición que afronte. (Jer
1:12): “…
apresuro mi palabra para ponerla por obra”.
Dios está
esperando por usted para que reciba la Palabra en su boca y la articule con
poder, creyéndola en su corazón.
a.
Su Abogado. La clave para
entender el poder de la confesión hablada (oral) está en Hebreos 3:1: “Por tanto, hermanos santos,
participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote
de nuestra profesión, Cristo Jesús”. (Profesión es el mismo
término griego que “confesión” o “testimonio”). ¡Jesús es el Sumo Sacerdote
de lo que usted dice! Cuando descubrí esta verdad un día mientras leía en
Hebreos, repentinamente vi la escena en el cielo. Jesús estaba allá en la
presencia de Dios como Sumo Sacerdote de lo que decía.
La escena se
extendió, y vi delante de mí una Corte con Dios el Padre, el Juez de toda la
tierra, sentado detrás del juzgado. A cada lado de la plataforma del testigo
estaban el fiscal y el abogado defensor, escuchando atentamente el testimonio
del acusado.
b.
Su Acusador. El fiscal, como sabrá,
es el “acusador” o el diablo. En Apocalipsis 12:10, es descrito como el
acusador de los hermanos ante Dios, día y noche.
En el primer
capítulo de Job, Satanás ascendió al cielo junto a los hijos de Dios para ir
ante Él, y esperaba por la oportunidad de poder acusar a Job. En todos los
tormentos y pruebas que Job sufrió como resultado de la acusación del diablo,
él nunca culpó a Dios ni cuestionó Su soberanía; tampoco pecó con sus labios
(Job 2:10).
Cuando todo lo
que Job tenía le fue arrebatado, él cayó sobre su rostro y adoró a Dios. Nunca
le dio al diablo ninguna confesión errónea para minar el propósito divino en
tal prueba.
c.
Su Ayudante. En ese escenario de
la corte, Jesús es el Abogado Defensor. 1Jn
2:1.
La
palabra para “abogado” es “intercesor, defensor” en términos modernos del
idioma Español. La raíz griega es paracleto, que es traducida
“Consolador” en Juan 14:16, que a su vez significa “uno que es llamado para
acompañar a otro para serle de ayuda”.
Jesús dijo Jn 14:16-17. Esto significa que no sólo
tenemos un abogado con el Padre en el cielo, “a Jesucristo el Justo”,
sino que también tenemos a un Consolador aquí en la tierra: al Espíritu
Santo. Estamos muy bien representados en la corte donde Dios es el Juez
supremo.
d.
Su Testimonio. Ahora podemos
aplicar esta escena de la corte o juzgado. Sentado sobre la silla del testigo,
aparece el acusado: USTED; Jesús es el Abogado Defensor; Satanás es el
fiscal; y Dios el Padre es
el Juez. Todos los presentes esperan escuchar que USTED de su testimonio;
al alegar su caso, su testimonio es el arma mayor que el Abogado Defensor
(Jesús) utilizará contra el acusador (el diablo). Lo que usted diga determinará
el resultado final de su caso, su abogado presentará su caso ante el Juez,
basado en su testimonio positivo y firme. El fiscal, de la misma manera,
presentará sus acusaciones ante el Juez, basadas en cualquier declaración
contradictoria de su parte.
Tanto el
Abogado Defensor (Jesús), como el fiscal (el diablo), trabajarán con lo que
usted diga. Usted deberá exponer ante Jesús, el Sumo Sacerdote de su confesión,
un testimonio que Él pueda utilizar en su defensa.
Su profesión
debe ser una buena confesión de fe. Si da una confesión negativa, estará
cargando el arma del diablo para disparar al rostro de Dios.
Dios el Juez
puede absolverlo, preservarlo y protegerlo únicamente al escucharle decir lo
que Él Mismo dice. Lo que Dios dice es siempre la verdad. Si usted dice lo que
Dios dice, entonces, respaldará Su Propia Palabra para ponerla en ejecución.
6. La Victoria Está En Su Boca
Usted dice lo
que Dios dice, y de seguro vencerá al diablo “por la sangre del Cordero y la
palabra del [su] testimonio”. Parafraseando: “Si usted confiesa
con su boca, será librado; Será salvo; Será sano”.
Todas estas
cosas maravillosas que están en el plan de redención son suyas a través de su
confesión.
Hay poder
genuino en lo que usted dice: su confesión le guiará a la victoria.
E. CONCLUSIÓN
A medida que
usted repite la palabra de Dios y aprende a andar por fe y no por vista, su fe
aumenta.
La fe viene
por el oír la palabra de Dios, obedeciendo lo que ha escuchado con un corazón
lleno de amor por Él y confesando en la cara del adversario exactamente lo que
dice Su palabra.
Hemos
aprendido de este estudio que nuestra fe va en aumento cuando hacemos uso de
estos cuatro elementos: Oímos, Obedecemos, Amamos y Hablamos.
Por consiguiente, unámonos con Abraham y “…fortalezcámonos
en la fe dando gloria a Dios, plenamente convencidos de que
Dios poderoso para hacer todo lo que nos ha prometido” (Ro 4:20, 21).
La fe de
Abraham no era una fe suplicante (que pide o solicita), sino una fe parlante
(que dice, habla, articula, confiesa). Él escuchó la palabra que Dios había
dicho. Él actuó en obediencia a la misma. La obedeció en un acto de amor. Habló
aquellas cosas que “...al parecer no eran”, y que en realidad eran. Es vital que
excitemos nuestra fe y la hagamos crecer por medio de practicar continuamente
estos principios:
¡Oír!
¡Obedecer!
¡Amar! y
¡Confesar!