EVITE PRESUNCIÓN DE SANIDAD
Fe Contra Presunción
A menudo la
fe y la presunción son consideradas como una misma cosa, pero no lo son. El
simplemente tomar un versículo de la Escritura y decir: “Creo esto”, y luego
dar un salto presuntuoso desde el pináculo del templo, podría traerle una
tragedia a usted y a los demás. (Mateo 4:5-7). El diablo le dio a Jesús un
versículo bíblico (Sal 91:11,12) y, luego, le pidió que ejecutara un acto
presuntuoso. Si el corazón de Jesús hubiera estado lleno de orgullo (como
algunos de nuestros corazones lo están), Él hubiera sido tentado. Pero Jesús
conocía la diferencia entre la fe y la presunción. Este testimonio es dado para
enseñarle a usted la diferencia.
Estoy
escribiendo este testimonio con la esperanza y oración de que pueda compartir
con usted una lección que aprendí a un gran precio. Fue únicamente por la
gracia de Dios y el amor de Jesucristo que nunca falla y que todo lo encierra,
que mi esposa y yo pudimos pasar esta prueba.
A. NUESTRO ERROR
Llevamos a
nuestro hijo Wesley, quien era diabético, al altar en la iglesia para que
oraran por él según el pasaje de Stg
5:14. Nosotros
creímos que la fe por su sanidad no requería que le volviéramos a dar más
medicamentos. Decidimos afianzarnos en la Escritura de Isaías 53:5 y 1 Pedro
2:24: “y por sus llagas [las de Jesús] fuimos nosotros curados”. Después
de tres días de oración, ayuno y gran sufrimiento físico de parte de nuestro
hijo y agonía mental de nuestra parte, Wesley murió.
Pensamos que
no habíamos hecho nada malo. En nuestras mentes pensamos que la única razón
para la muerte de Wesley se debió a que ésta daría paso a un milagro mayor;
como en el caso de Lázaro (Jn 11), el Señor tardó Su sanidad a fin de levantar
a Wesley de los muertos.
Cuando eso no
sucedió, nos quedamos asombrados y no sabíamos qué pensar. Sabíamos en nuestras
mentes que Jesús nunca falla, pero a pesar de todo, nuestro hijo estaba muerto.
¿Cómo podía ocurrir tal cosa? ¿A quién nos volveríamos ahora? Entonces, Juan
6:68 vino a nuestras mentes: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de
vida eterna”. Aunque estábamos grandemente confundidos, estábamos conscientes
del deber de poner nuestra fe en Jesucristo nuestro Señor. Después de unos
cuantos meses, mi esposa pudo aceptar el hecho de que Wesley ya se quedaría con
Jesús, pero a mí me tomó tres años.
B. LA REPRENSIÓN DE
DIOS
En los
siguientes meses, el Señor trató con nosotros de la manera más benévola,
amorosa y afable posible. Su reprensión estuvo saturada de compasión a medida
que nos revelaba nuestro trágico error.
En mi reunión
con un profeta, cerca de un mes después de la muerte de Wesley, el Señor nos
habló. Este profeta no sabía nada acerca de quiénes éramos o la tragedia por la
cual habíamos pasado. Él nos pidió que nos pusiéramos de pie. A través de él,
el Señor habló las siguientes palabras: “No todo lo que hiciste estuvo
correcto”.
¡Oh, cuán
dulces y agradables son las sendas del Señor! Él nos ha enseñado primeramente,
que hemos hecho lo malo delante de Sus ojos y, en segundo lugar, qué cosa mala
habíamos cometido.
Queríamos ver a nuestro hijo sano, pero queríamos que ocurriera de la
manera equivocada. Por cuanto cometimos iniquidad, impedimos la libre operación
del Espíritu Santo en nuestras vidas (Mt 18:18), y obstaculizamos que el
milagro de la sanidad de Wesley se verificara. Hemos aprendido que cualquier
acción que sea contraria a la Escritura, atará al Espíritu de Dios para que no
obre en esa área de la vida de la persona. Pero Dios también ha visto los
buenos intentos de nuestros corazones para hacer el bien; para confiar en Él
para la sanidad de Wesley. Por consiguiente, nos consoló, y cuando Wesley
murió, Jesús nos llevó al Salmo 23 para consolar nuestro quebrantamiento
(tristeza).
C. EL CONSUELO DE
DIOS
Durante
cierto período de tiempo, el Señor le reveló a mi esposa que aunque nuestro
amor por Wesley no era menor que el amor que todos los padres sienten por sus
hijos, éste carecía del amor divino que nunca falla (1Co 13:8).
Este dolor de perder a un ser amado envuelve gran
dolor y angustia mental, emocional y espiritual. Los doctores tienen que
anestesiar a los pacientes a fin de poder mitigar su dolor. El Espíritu Santo
también nos anestesia en tales momentos de quebrantamiento. Es tal anestesia la
que nos permite preservar nuestra cordura. Aun ese adormecimiento emocional
tenía que ser reconocido por lo que era. No podíamos entender la paz que
sentíamos en medio de una prueba tan severa. Encontramos la respuesta en Fil 4:7.
Una noche,
mientras mi esposa estaba orando, el Señor le mostró cuánto estaba
protegiéndonos. Ella le preguntó al Señor: “¿Qué sucede conmigo? ¿Por qué no
puedo expresar el dolor que siento por mi hijo?”. En respuesta, Él le quitó Su
paz por un momento. El siguiente tormento mental, emocional y espiritual que
sintió, era tan insoportable que no podía exonerarlo con todas las lágrimas que
derramaba.
El dolor, con
la comprensión de que ella era responsable de su propia infelicidad, fue una
presión física tan grande que explotó dentro de su pecho. Ésta le habría vuelto
loca si no le hubiera pedido al Señor que se la quitara. Aprendió que tenía que
echar todas sus cargas sobre Él 1P 5:7;
Is 53:4.
D. LA REVELACIÓN DE
DIOS
Otro golpe
terrible que vino sobre nosotros fue que la ley del hombre nos acusó de
homicidio involuntario y de maltrato de niños. Podíamos ir a prisión por muchos
años. Estábamos hechos pedazos. Fue durante nuestro juicio en la corte por los
cargos o acusaciones mencionadas anteriormente, que mi esposa sintió decirme lo
que el Señor le había mostrado. Me dijo que nuestro amor, siendo que era uno
carente de lo divino, le falló a Wesley, pero que Su Palabra dice: “El amor
nunca deja de ser” (1Co 13:8). Cuando me dijo eso por primera vez, lo
rechacé completamente. Amábamos demasiado a Wesley. ¡Cuán difícil era aceptar
que nuestro amor por él no era uno perfecto o completo! Unos días más tarde,
estaba leyendo un libro cristiano que se titulaba: “Ordenes De Partida Para La
Batalla Final”, en el cual, me encontré con la siguiente declaración: “Cuando
el diablo no puede detenernos, trata de empujarnos con tanta rapidez que
exageramos. Entonces, estamos en el peligro de olvidarnos de amar”.
1. Ponemos La Fe Por Sobre El Amor
Supe,
entonces, que permitimos que la fe nos hiciera olvidar la caridad o
amor. A medida que orábamos por Wesley y le vimos en su dolor, nuestro amor por
él quiso darle la insulina que sabíamos que detendría sus sufrimientos.
Sin
embargo, sentimos que sería una falta de fe, y que le costaría su sanidad.
Aprendimos que nuestras acciones eran contrarias a lo que dice la Biblia. La
Palabra de Dios dice que el amor o caridad es mayor que la fe (1 Co 13:13). No
sólo fuimos firmes en colocar nuestra fe por sobre el amor, sino que la fe que
estábamos intentando ejercer, era la clase de fe equivocada. Si hubiera sido la
clase de fe correcta, Wesley habría sido sanado (Mt 17:20).
El problema
residía en el hecho de que confundimos la fe y la creencia. Pensamos que
si creíamos con las fuerzas suficientes, la sanidad se verificaría.
Conectamos la sanidad con alguna habilidad de nuestra parte para creer
firmemente: en otras palabras, tener suficiente fe. Escuché a un hermano
decir algo que descubrimos que es muy cierto: “Dios no envía sanidad; ya está
en nuestras medios. Él la revela, y a medida que buscamos al Sanador, la
sanidad viene”.
2. Hay Una Fe Que Sana
Existen
muchas clases de fe: fe en Jesús para salvación, fe para la solución de los
problemas financieros, fe para los problemas emocionales, fe para la sanidad y
fe sanadora.
La mayoría de las clases de fe están vinculadas a
la creencia, como la fe para la sanidad. Pero la fe que realmente sana no lo
está. Podemos tener fe y creer que Dios sanará, pero esa no es fe sanadora.
Cuando Jesús aplica fe sanadora a nuestras vidas, somos sanados.
Hasta que
Dios no nos revele la sanidad, Él espera que nosotros hagamos todo lo que
podamos para aliviar el dolor y el sufrimiento. El rechazar el uso de la
medicina, especialmente la medicina que da vida, es un acto presuntuoso de
nuestra parte, el cual, impide al Espíritu de Dios de hacer Su obra. En Mateo 8:5-13, el centurión tenía
fe en Jesús y creyó que su siervo sería sano cuando Él habló la palabra. Jesús
se maravilló de la gran fe del centurión.
Así como lo
declara Hebreos 11:1, él tenía la evidencia de que su siervo sería
sanado, pero en ese momento había recibido una sanidad sin manifestar.
¿Y qué hizo
el centurión con la fe que tenía? ¿Declaró él a su siervo sano a pesar de lo
que vio, y dejó de hacer lo que podía para aliviar sus sufrimientos? ¡No! Él
llevó su fe a Jesús. La sanidad no tomó lugar con la clase de fe que el
centurión tenía. Fue Jesús quien le dio al centurión la fe sanadora
cuando le dijo: “Así te sea hecho”. Cuando la fe sanadora le fue
otorgada al centurión de parte de Jesús, la sanidad tomó lugar “en aquella
misma hora”.
3. Es Vital Que Tengamos Compasión
El Señor le
dijo a los fariseos: Mt 9:12.
Nosotros descuidamos este importante principio e ignoramos lo que los médicos
habían prescrito para preservar a nuestro hijo vivo.
Luego, Jesús
cuestionó a los fariseos respecto a lo que quiso decir cuando dijo: “Misericordia quiero, y no
sacrificio” (Mt 9:13). Él repite la misma pregunta en Mt 12:7
¿Puede verlo
ahora? Al dejar de darle la medicina a Wesley, después de haberse orado por él,
mi esposa y yo estábamos ofreciendo un sacrificio (uno muy difícil) de fe. Pero
al así hacerlo, “condenamos al inocente” (a nuestro propio hijo) a una
muerte prematura antes de su tiempo.
Hicimos lo
mismo que los fariseos estaban haciendo. Jesús condenó esa actitud y
comportamiento.
Estábamos aplicando la Escritura sin el
ingrediente tan importante del amor. Ofrecimos sacrificio sin
misericordia: lo opuesto a lo que el Señor quería. Lo que Él aprueba es: “...la
fe que obra por el amor” (Ga 5:6). A través de nuestras experiencias hemos
aprendido que la medicina que preserva la vida es buena. Dios está interesado
en preservar la vida. José dijo: “porque para preservación
de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn 45:5). El negarse a hacer el bien o retener el bien para sí, es
pecado (malo). Pr 3:27; Ro 12:9
4. No Todos Son Sanados
Realmente no
sabemos cómo explicar la fe o por qué algunas personas son sanadas y otras no.
No sé por qué un hombre de tanta fe como lo fue Eliseo, murió de una
enfermedad: 2R 13:14. Su vida fue
una saturada de milagros (dos veces más que la de Elías).
No puedo
explicar el por qué el Apóstol Pablo pudo sanar a muchos, pero le escribió a
Timoteo: 2Ti 4:20; 1Ti 5:23.
Quizás Pablo
aprendió acerca del tratamiento de enfermedades del doctor Lucas, el médico que
viajó con él por todas partes (2 Timoteo 4:11; Colosenses 4:14). No obstante,
los comentarios previos dan la apariencia de que Dios utiliza, tanto la oración
para la sanidad como los remedios para ayudar a los enfermos. Debemos recordar
esto. Estoy consciente de que Jesús obra milagros de sanidad, que Él nos ama,
que murió por nosotros y que se levantó de los muertos para que nosotros
recibiésemos vida eterna.
5. El Amor Es La Medida Para La Acción
Sé que algún
día veré a mi hijo de nuevo en el cielo. Debido a mi trágico error, he
aprendido que en todas las áreas de la vida, la medida para la acción es la del
amor, y que todos los mandamientos se sostienen del amor Mt 23:37-40.
6. No Seas Presuntuoso
Mi esposa y
yo sabemos lo que es creer que el uso de la medicina (después que hemos orado y
creído en la sanidad) produce duda e incredulidad. No creemos en eso ya.
Pero a medida
que nos esforzamos en ser hacedores de la Palabra, es importante recordar que
si la manera en que aplicamos una Escritura a nuestras vidas es contraria a
cualquier otra Escritura, entonces, esa aplicación está equivocada, y Dios no
puede honrarla. Por consiguiente, no sea culpable de actos presuntuosos como
nosotros lo fuimos. Si lo hace, algunas personas morirán sin necesidad alguna.
E. NO RECHACE LA
MEDICINA
Confíe en
Dios para la sanidad. Ore por los enfermos. Pero hasta que la evidencia de la
sanidad no sea confirmada por los doctores, NO RECHACE LA MEDICINA, ni impida
su uso de parte de los que la necesitan. Cuando Jesús sanaba a alguien, a
menudo los enviaba a ser examinados por los médicos para la confirmación de sus
sanidades. Lc 17:11-14.
Si usted
lee Levítico 13, encontrará que Dios nombró a los sacerdotes como los
examinadores en Israel. Ellos le decían a la persona a qué eran semejantes los
síntomas de la enfermedad y cómo se vería el cuerpo de la persona curada. Jesús
envió a los leprosos a aquellos incrédulos examinadores para que ellos
confirmaran la sanidad. Si un doctor confirma que usted está sano, entonces,
puede dejar de tomar la medicina que le había prescrito. De otra manera, tendrá
que seguir tomándola.